Por un lado, el zen brindó la premisa de que un samurái
podía alcanzar el definitivo “absoluto”; es decir, concentrarse, alcanzar un
nivel de pensamiento complicado de expresar en palabras y conocerse a sí mismo
para evitar limitarse por el miedo, la inseguridad o los errores. Por otro
lado, el sintoísmo proporcionó lo que algunos llaman “la columna vertebral del
patriotismo hacia Japón”, pues según su paradigma la Tierra no está para
satisfacer las necesidades personales, sino para rendir lealtad a la
“residencia sagrada de los dioses, los espíritus de sus antecesores”. Entre los
dioses se encuentra la familia imperial, quien era vista como la fuente de la
nación, y el emperador, como la representación del cielo en la tierra. Con
ello, el samurái se comprometía no sólo con el emperador y a su daimyo –o
señor feudal–; también con la Tierra, para que ésta fuera protegida y
alimentada por su patriotismo. Mientras tanto, el confucionismo no sólo
estructuró un sentido social (en el cual se le da importancia a las cinco
relaciones morales entre Maestro y Siervo, Padre e Hijo, Marido y Esposa,
Hermanos mayor y menor, y Amigo y Amigo) sino que también le dio un sentido
tanto al hombre como al universo, en donde ambos “fueron hechos para ser
semejantes tanto en espíritu como en ética” basándose en la justicia, la
benevolencia, el amor, la sinceridad, la honestidad y el autocontrol.
De hecho, con el fin de asegurarse de alcanzar estos ideales
y mantener a una nación unida a lo largo de tiempos problemáticos –guerras
civiles, incertidumbre, desesperación…–, se formó El código de Bushido o una guía moral que
insistía en ser fieles a él para permitir que el honor creciera:
- Gi
(honradez y justicia). “Sé honrado en tus tratos con todo el
mundo. Cree en la Justicia pero no en la que emana de los demás, sino en
la tuya propia. Para un auténtico samurái no existen las tonalidades de
gris en lo que se refiere la honradez y justicia. Sólo existe lo correcto
y lo incorrecto”.
- Yu
(valor heróico). “Álzate sobre las masas de gente que teme
actuar. Ocultarse como una tortuga en su caparazón no es vivir. Un samurái
debe tener valor heroico. Es absolutamente arriesgado. Es peligroso. Es
vivir la vida de forma plena, completa, maravillosa. El coraje heroico no
es ciego. Es inteligente y fuerte. Reemplaza el miedo por el respeto y la
precaución”.
- Jin
(compasión). “Mediante el entrenamiento intenso, el samurái se
convierte en rápido y fuerte. No es como el resto de los hombres.
Desarrolla un poder que debe ser usado en bien de todos. Tiene compasión.
Ayuda a sus compañeros en cualquier oportunidad. Si la oportunidad no
surge, se sale de su camino para encontrarla”.
- Rei
(cortesía). “Los samurái no tienen motivos para ser crueles. No
necesitan demostrar su fuerza. Un samurái es cortés incluso con sus
enemigos. Sin esta muestra directa de respeto no somos mejores que los
animales. Un samurái recibe respeto no sólo por su fiereza en la batalla,
sino también por su manera de tratar a los demás. La auténtica fuerza
interior del samurái se vuelve evidente en tiempos de apuros”.
- Meyo
(honor). “El auténtico samurái sólo tiene un juez de su propio
honor, y es él mismo. Las decisiones que tomas y cómo las llevas a cabo
son un reflejo de quién eres en realidad. No puedes ocultarte de ti
mismo”.
- Makoto
(sinceridad absoluta). “Cuando un samurái dice que hará algo, es
como si ya estuviera hecho. Nada en esta tierra lo detendrá en la
realización de lo que ha dicho que hará. No ha de ‘dar su palabra’. No ha
de ‘prometer’. El simple hecho de hablar ha puesto en movimiento el acto
de hacer. Hablar y hacer son la misma acción”.
- Chugo (deber y lealtad). “Para el samurái, haber hecho o dicho ‘algo’, significa que ese ‘algo’ le pertenece. Es responsable de ello y de todas las consecuencias que le sigan. Un samurái es intensamente leal a aquellos bajo su cuidado. Para aquellos de los que es responsable, permanece fieramente fiel. Las palabras de un hombre son como sus huellas; pueden seguirlas donde quiera que él vaya. Cuidado con el camino que sigues”.
El credo del samurái
No tengo parientes, yo hago que la Tierra y el Cielo lo
sean.
No tengo hogar, yo hago que el Tan T’ien lo sea.
No tengo poder divino, yo hago de la honestidad mi poder divino.
No tengo miedos, yo hago mis medios de la docilidad.
No tengo poder mágico, yo hago de mi personalidad mi poder
mágico.
No tengo cuerpo, yo hago del estoicismo mi cuerpo.
No tengo ojos, yo hago del relámpago mis ojos.
No tengo oídos, yo hago de mi sensibilidad mis oídos.
No tengo extremidades, yo hago de la rapidez mis
extremidades.
No tengo leyes, yo hago de mi autodefensa mis leyes.
No tengo estrategia, yo hago de lo correcto para matar y de
lo correcto para restituir la vida mi estrategia.
No tengo ideas, yo hago de tomar la oportunidad de antemano
mis ideas.
No tengo milagros, yo hago de las leyes correctas mis
milagros.
No tengo principios, yo hago de la adaptabilidad a todas las
circunstancias mis principios.
No tengo tácticas, yo hago del vacío y la plenitud mis
tácticas.
No tengo talento, yo hago que mi astucia sea mi talento.
No tengo amigos, yo hago de mi mente mi amiga.
No tengo enemigos, yo hago del descuido mi enemigo.
No tengo armadura, yo hago de la benevolencia mi armadura.
No tengo castillo, yo hago de mi mente inamovible mi
castillo.
No tengo espada, yo hago de mí no-mente mi espada.
Extraído de Pijama Surf